Hablaba en el anterior post de la manía y costumbre
extendida, últimamente y de forma muy especial entre la clase política y
algunas altas jerarquías económicas y empresariales, o sea de esos señores que
viven en alguna galaxia alejada de la cruda realidad del mundo en que vivimos,
de la manía decía de denominar con la expresión “operación de marketing” a
cualquier cosa que pretenda engañarnos por enésima vez, vendernos lo
invendible, convencernos de lo inexistente y pretender hacernos ver virtudes donde
sólo hay vacío, y en todo caso de haber algo, solamente serían defectos y
vicios ocultos.
Por otra parte algunos de los profesionales del sector entre
los que no me cuento, los que se supone que saben y que son expertos del tema,
y que por tanto son los que deben darnos las definiciones y argumentos válidos
y explicativos sobre lo que de verdad es el marketing, parece que a lo único
que se dedican en los últimos tiempos es a buscar expresiones, a cada cual más
complicada, para acotar y parcelar, y volver a acotar y volver a parcelar en
una estrategia sin fin, cualquier aspecto que permita subdividir el marketing
en más y más subdivisiones, subespecialidades, subsectores y todos los sub que
queramos poner.
Así nos vamos encontrando cada día y desde hace ya tiempo
con expresiones y disciplinas tales como: marketing relacional, marketing de
guerrilla, marketing emocional, marketing intelligence, marketing piramidal,
marketing multinivel, network marketing, online marketing, offline marketing,
outbound marketing, email marketing, socialmedia marketing, mobile marketing,
sensomarketing, neuromarketing, emomarketing, etc, etc, etc
Qué barbaridad, como sigamos así, vamos a acabar teniendo
una disciplina de marketing para cada día de la semana, para cada hora del día
y para cada temporada del año.
Todos son expertos, todos son conocedores de lo que dicen,
aunque aquellos primeros no sepan de lo que hablan cuando usan la palabra
marketing, y estos últimos estén solo preocupados de inventar cada día una
nueva disciplina para parcelar un poco más lo que de verdad es el marketing y
la comunicación.
Pero a ninguno de ellos, ni a los primeros ni a los
segundos, les he oído decir nunca lo que de verdad yo creo que es el marketing
y como tal se lo contaba yo a mis alumnos cuando daba mis clases. Era muy fácil
les decía yo, el marketing es ni más ni menos que “sentido común”, acompañado
de conocimiento. ¿Fácil no creen?
Porque si consideramos el marketing como aquello que hay que
hacer para conseguir que una persona compre un producto, con todas sus
estrategias y circunstancias intermedias que hay que contemplar, el sentido
común nos indica que el único camino posible es que, aquél que tiene el
producto debe tratar de acercarse, conocer y persuadir a aquél que quiere que
se lo compre. Ni más ni menos, conocimiento, cercanía y persuasión. El
conseguir que una persona compre tu producto y se mantenga fiel al mismo, es
exactamente igual que conseguir que el chico/a que te gusta sea tu pareja y te
permanezca fiel. Cada día hay que volver a conquistar al cliente o a la pareja.
Lo que decía, puro sentido común.