El marketing, la
comunicación, las actividades comerciales, la publicidad y en definitiva todas
aquellas ciencias y disciplinas que se dedican a trabajar y estudiar el
intercambio de bienes y servicios, la compra y venta de artículos materiales e
inmateriales, las transacciones en definitiva, han ido evolucionando a lo largo
de los tiempos en sus formas, en sus lugares, en sus métodos y en sus
finalidades.
Desde tiempos
inmemoriales en los que en plazas y mercadillos el arte de vender era sobre
todo y en primer lugar, el arte de engañar a alguien para que pagara un precio,
por lo general excesivo, por artículos que en muchas ocasiones no valían para
cumplir la función a la que estaban destinados, habíamos ido evolucionando hasta
los tiempos actuales y modernos en los que parecían primar asuntos tales como
productos adaptados a las demandas del mercado, fidelidad y grado de
satisfacción del cliente, acercamiento entre fabricante, distribuidor y
comprador/consumidor final, establecimiento de precios justos, comunicación
basada en las bondades y certezas de los productos, etc, etc. Y la verdad es
que la cosa iba bastante bien, el cliente finalmente se había convertido en el
rey del mercado, en la opinión que era necesario conocer y en la sensibilidad
que era necesario tener satisfecha y fiel.
Pero a esta evolución
siempre ha habido algo que se ha escapado como una anguila entre los dedos, y
que no se sabe muy bien por qué, sigue con los modos y formas primitivos de
engañar, engatusar, conseguir sus propósitos, es decir la venta de su producto,
e inmediatamente olvidarse de una forma absoluta y total de aquellos que les
han comprado. ¿Y qué es este algo?, pues lo de siempre, la política, los
señores políticos profesionales y los banqueros y amiguetes sobrevenidos, en
definitiva el poder que, hagamos lo que hagamos los ciudadanos de a pié,
siempre consigue sus propósitos a costa nuestra. Y no se vuelven a acordar de
nosotros ni un solo minuto, hasta la siguiente vez en que necesitan de nuestros
votos y de nuestro apoyo, y nosotros, cada día más borregos, volvemos a caer.
Además y desde las
últimas elecciones, hemos ido aprendiendo que las cosas ya no son como
creíamos, y que unos nuevos conceptos se abren paso en el mundo y en la política.
Atentos expertos en marketing y comunicación, que nos están quitando el sitio.
Seguidamente señalo algunos de los nuevos e interesantes conceptos, salidos
todos ellos de los laboratorios de I+D+i de los partidos y del gobierno, y
profusamente aireados por sus dirigentes y militantes.
Comunicación Inversa: Llamase a la “no comunicación” planificada para
que fluyan rumores, comentarios y suposiciones, los cuales una vez analizados y
mezclados convenientemente, dan lugar a los mensajes ininteligibles con los que
tan generosamente nos regalan los oídos.
Producto aleatorio: Llamase al producto que nos venden (programa
electoral), que como bien se sabe puede ser esto, lo otro o lo de más allá, ser
cierto o no, o decir una cosa y la contraria dependiendo.
Venta indeterminada: La que nos realizan y que como se comprueba, es
algo así como un no sé qué, que no acaba de ser ni acaba de no ser, y que nunca
se sabe a qué nos va a conducir.
Resignación del cliente: Pues eso, que te guste o no te guste, te lo comes
con patatas.
Reclamación a
otros: Dado que si las
cosas que se hacen son contrarias a lo que decían, no es por su culpa, sino por
la culpa de otros que dejaron todo muy mal y no se puede hacer otra cosa, y las
culpas siempre por elevación a alguien que no sea de los propios.
Y como colofón y por si
quedaban dudas, el mensaje final: si no está satisfecho, es lo que hay.
Realmente un marketing
impecable.
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