martes, 8 de mayo de 2012

Marketing político: la insatisfacción del cliente

La verdad es que una y otra vez no dejo de asombrarme del comportamiento de la gente dependiendo de a qué cosas se enfrente o con qué cosas se encuentre.

Vamos a partir de la base de que en esta vida hay siempre alguien que vende y alguien que compra, esto es el mercado puro y duro. Este mercado está en todos y cada uno de los aspectos de nuestra vida, desde el más material del consumo diario de bienes y servicios, hasta el más íntimo y personal de las relaciones humanas, profesionales, personales e incluso afectivas. Hemos de reconocer que en los trabajos todos nos estamos vendiendo continuamente y procurando que nos compren, en el aspecto personal ocurre igual con las amistades, nos vendemos y nos compran, e incluso finalmente en las relaciones afectivas, cuando queremos establecer una relación con alguien, lo primero que hacemos es intentar vender nuestras virtudes de igual forma que la otra persona nos vende las suyas. Esto es así por mucho que parezca frío, pero es la realidad. Otra cosa es que en estas digamos transacciones no exista un precio en dinero a pagar, aunque el valor y el precio de una relación siempre existen y siempre los pagamos de otra manera.

Pero sinceramente, ¿quién no se ha vendido para conquistar o ligarse a alguien?, ¿quién no se ha vendido para obtener un trabajo?, o ¿quién no se ha vendido para ser amigo de alguien?. Yo creo que nadie.

Pues bien, en todos y cada uno de estos asuntos se supone que si todo va bien y lo que "hemos comprado" satisface nuestras expectativas, existe un alto grado de satisfacción posterior como clientes que somos y como alegría interna por la elección realizada. Nos dan lo que queríamos y pensábamos, pagamos o compensamos de alguna forma la compra, y todos contentos. Ahora si por el contrario nos meten "gato por liebre", se nos despierta inmediatamente esa vena de protesta, y somos capaces de organizar líos de consideración en defensa de nuestros intereses y de nuestra posición de comprador. Y esto ocurre con todo.

Si pagamos por un Ferrari y lo que nos dan es un Panda, nuestro cabreo es monumental, si pagamos por restaurante 5 tenedores y nos dan pan duro sobre mantel de cuadros no digamos como nos ponemos. Si nos contratan para un trabajo maravilloso y luego resulta que consiste en llevar el botijo de un lado a otro, nos deprimimos, y finalmente si ligamos a una mujer/hombre deslumbrante y luego resulta que no llegó al reparto de neuronas, huimos como alma que lleva el diablo.

Pues bien yo me pregunto, ¿por qué esto no funciona así en la política?, ¿por qué nos engañan como a chinos y seguimos tan campantes como si no pasara nada?, ¿por qué hay millones de personas que creen a los que mienten como bellacos y no hay forma de convencerles de que les están mintiendo?.

Está claro de que existe en la actualidad un enorme, por no decir total, grado de insatisfacción de todos nosotros clientes, con lo que nos venden los políticos y con los políticos mismos. ¿Por qué pues seguimos una y otra vez cerrando los ojos y dejando que nos tomen el pelo por los siglos de los siglos?

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